Esta semana se dio a conocer que el príncipe Harry (38 años) y Meghan Markle (41 años) bautizaron a su hija Lilibet en una ceremonia anglicana, en donde sorprendieron varias cosas, una de ellas fue que se refirieron a ella con el título de princesa, lo cual llamó mucho la atención, pero también que no hubo nadie de la familia real británica en la celebración.
Los duques de Sussex afirmaron que sí invitaron al próximo rey de Inglaterra, Carlos III, así como a su hermano mayor, William (40 años) y sus respectivas familias, pero ninguno se hizo presente en el importante acontecimiento, por lo que comenzaron los rumores de que la rispideces entre ellos seguían y no habían podido limar asperezas.
Al respecto, y luego de muchos rumores, el Palacio de Buckingham dio las razones por las cuales no pudieron asistir al festejo, primero al confirmar que sí recibieron la invitación por parte de Harry y Meghan pero fue por cuestiones de agenda que impidieron asistir y acompañar a los duques.
De acuerdo con un comunicado emitido por el Palacio, el itinerario real estuvo cargado esa semana que se llevó a cabo el bautizo, fue cuando los príncipes de Gales asistieron al partido de rugby de las Seis Naciones entre Gales e Inglaterra en el Estadio Principality, el 25 de febrero y un día después la princesa Anna y su esposo vieron el Partido Internacional de Rubgy entre Francia y Escocia, encuentro que se celebró en Francia.
Quizás pudo ir el rey Carlos III, pero esa semana el monarca se reunió con la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen, después de que hubo una revisión del acuerdo Brexit; por su parte Kate y William visitaron un centro de rehabilitación de drogas y alcohol en Gales. Según se pudo saber, el itinerario se compartió por el palacio el 4 de marzo, un día después del bautizo.
El bautizo de la pequeña se realizó en California y solo fueron 30 personas, entre ellas la mamá de Meghan y el padrino de la pequeña, Tyler Perry, el famoso productor de Hollywood y amigo cercano de la familia. Lilibet recibió la bendición del arzobispo de Los Ángeles, John Taylor.
