Aunque desde el Palacio de Buckingham ya dijeron que por el momento no harán comentarios sobre el estado de salud de ningún miembro de la realeza, según informes obtenidos por la prensa especializada la reina Camila (75) ha debido afrontar todo este duro proceso del luto real con el dedo de uno de sus pies quebrado.
La lesión ósea de Camila Parker-Bowles se remite a los días previos a la muerte de Isabel II, y durante este largo peregrinaje por distintas partes del Reino Unido junto a Carlos III (73), la reina consorte ha sufrido intensos dolores que disimula en virtud a un gran esfuerzo físico y al peso histórico de lo que está viviendo, posiblemente las horas más importantes de su vida.
El conocimiento de su lesión se produjo horas antes de que el rey y la reina consorte visiten Gales, en lo que será su primera salida de Inglaterra desde que ascendió al trono. Carlos III y Camila Parker-Bowles concurrirán a un servicio religioso en la Catedral de Llandaff y luego recibirán el saludo de condolencia oficial en el parlamento galés.
Debido al estricto silencio que han guardado las fuentes de palacio, no se ha podido saber si la reina consorte está recibiendo algún tipo de tratamiento traumatológico en alguna instancia de descanso durante estos días.
Tampoco se ha podido esclarecer en qué circunstancias se registró la rotura del dedo del pie. Algunos cercanos a la familia han dicho que la reina consorte no quiere que su lesión sea un tema que distraiga sus nuevas obligaciones, ni menos que la pongan en una posición de víctima.
De hecho, aun cuando los desplazamientos de ella y su esposo han sido lentos y parsimoniosos, debido al contexto de un funeral de Estado, en ningún momento se le ha visto cojear o detener su marcha. Todo lo contrario, su rol de reina consorte lo ha tomado con absoluta decisión y autoridad.