La primera conclusión es casi obvia: ninguno de los tres capítulos le hace un favor a la realeza británica. El estreno de la docuserie de Netflix sobre los duques de Sussex, "Harry y Meghan", por lo menos despejó las interrogantes que se plantearon estos días, en los que la promoción del programa acaparó la atención y generó una serie de hipótesis que hasta que no se conozcan todos los capítulos, nadie podrá dimensionar su impacto.
Más allá de la disputa comunicacional sobre si la productora consultó previamente a la familia real para obtener una versión en relación al contenido y las denuncias que estaban haciendo los protagonistas de la docuserie, el análisis interno que se está haciendo en la familia real con sus asesores parece que llevará tiempo en conocerlo.
Lo que es evidente es que la progresión dramática del conflicto entre los duques de Sussex y la realeza británica asciende en la medida que se van desarrollando los capítulos, y que en consecuencia el primer episodio es claramente el menos ilustrativo de la crítica a la corona.
Capítulo 1: heridas muy superficiales
Ya que el episodio 1 trata de cómo se conoce la pareja, de sus primeras citas y de la infancia feliz de Harry al lado de su madre, Diana Spencer, la evaluación es que el estreno, muy descriptivo y contextualizador, no daña el corazón de la realeza.
Algunas opiniones de Harry respecto de la sobre exposición en la que se vio inmerso él y su hermano mayor (William), y ni hablar de Lady Di, es algo casi anecdótico para quienes componen la familia real. Son un hecho de la causa los avatares que vivió la fallecida madre de los príncipes. Salvo la reflexión que hace Harry de que Diana se vio en la obligación de hablar -haciendo referencia indirecta a aquella histórica entrevista a la BBC donde transparentó la infidelidad de Carlos como la propia-, el capítulo inaugural no deja grandes magulladuras.
Capítulo 2: el "elemento racial"
La segunda parte aborda uno de los tópicos más controvertidos, el supuesto racismo al que se vio enfrentada Meghan, desde los primeros días en que su existencia se hizo conocida para la realeza.
Harry atribuye a varios factores el tono racista que se le dio a la presencia de su futura esposa; uno de ellos apunta al trato que le dispensó la prensa británica. La aparición de Doria Ragland, la madre con raíces afroamericanas de la duquesa de Sussex, adopta un papel clave en la tesis esgrimida por el príncipe, más aún cuando la suegra afirma que cierto sector de la prensa amarilla manipuló imágenes para relacionar la infancia de Meghan con sectores más desposeídos de Los Ángeles, Estados Unidos.
Si bien este punto a la realeza no la atañe directamente, pues se orienta a la relación prensa-Meghan, la consecuente derivada sí que la toca: el trato directo con los miembros de la realeza. Una frase de Harry seguirá resonando: "No queremos cometer (con nuestros hijos) los mismos errores que cometieron nuestros padres". La crítica hacia el eventual sesgo o discriminación que aprendió durante su crianza con la familia real, es una puñalada a su abuela, la reina isabel II, y a su padre, el actual rey Carlos III.
Las opiniones de Meghan sobre la formalidad y el protocolo con que debió aprender a manejarse luego de conocer a los parientes reales de Harry, serán solo parte del anecdotario. Más allá de lo que puedan suponer, en esta campante modernidad en que vivimos, las reverencias hacia la reina o ciertas maneras (abrazos) o vocabulario formal que debió emplear en algunas circunstancias, para la realeza eso de seguro serán aspectos secundarios y en absoluto dañinos. Mal que mal, cuando se es real, hay que acostumbrarse a las tradiciones centenarias.
Capítulo 3: el prejuicio y la búsqueda de la privacidad
Hasta ahora, más que insinuar una crítica al manejo que le dio la realeza al romance entre Harry y Meghan, el tercer capítulo es un anuncio preocupante de lo que se podría venir en los próximos episodios.
En todo caso, en este episodio el nivel de cuestionamiento de Harry a su familia se encamina hacia áreas bastantes sensibles, y que se explican por el rasgo histórico que tiene la nobleza de sentirse y ser tratada de una manera diferente.
El príncipe Harry caracteriza a su familia como portadora de un "gran nivel de prejuicio inconciente" que se vio exacerbado por los rasgos étnicos de su actual esposa, y le atribuye su paso por el ejército una suerte de circunstancia vital que le sirvió para "romper la burbuja" y conocer la realidad del ciudadano común.
Meghan también confidenció en este capítulo algunas vivencias personales muy potentes, como fue el resquebrajamiento de su relación con su padre, de quien se enteró por un tabloide que asistiría a su boda, y también con su hermana mayor.
El cierre de esta primera etapa de la docuserie, para fortuna de la realeza, no abordó territorios que sí prometen ser verdaderamente dañinos, como son las relaciones de Harry con su hermano William, sobre todo después de que decide alejarse de sus obligaciones reales, y el que promete ser una real bomba mediática, las diferencias entre Meghan y su concuñada Kate, con quien habría tenido desde un comienzo serias dificutades de entendimiento.
El control de daño de la realeza
El sentimiento racista hacia los afroamericanos, como una conducta heredada largamente durante siglos, y algunas prácticas que limitan con la discriminación y el sesgo de clase, son los dos factores que la docuserie de Harry y Meghan hasta ahora más daño le pueden haber hecho a la realeza británica.
Aunque no es nada nuevo bajo el sol respecto de lo que no sólo los duques de Sussex han dicho antes, son actitudes que a partir de la extraordinaria campaña de promoción de Netflix se han visto exageradas estas últimas semanas.
Resta por saber qué nuevos contenidos y antecedentes traen los próximos episodios, y si la realeza británica saldrá a contrarrestar con alguna versión lo que a todas luces parece muy unilateral, pues se conoce solo la versión de una parte. Una parte que, entreparéntesis, vendió su testimonio en 100 millones de dólares.