La aparición de la princesa Ana (72) en Nueva York sorprendió a muchísima gente, en consideración que aún no se cumple un mes desde que su madre, la reina Isabel II, fuera enterrada con un funeral de Estado como hacía décadas no se veía.
Pero la princesa real decidió poner fin a la etapa de luto y viajó a comienzos de esta semana desde Londres a Estados Unidos, luego de aceptar ser la invitada de honor a una cena de gala para la Unión de Habla Inglesa en el Cosmopolitan Club.
La princesa Ana no sólo asistió a la cena donde fue la invitada de honor de la organización benéfica, sino que aprovechó de visitar una de sus mayores pasiones: los faros. La hermana del rey Carlos III se trasladó en uno de los tantos ferrys que trasladan a los neoyorkinos entre Manhattan y Staten Island, para concurrir al Museo Nacional del Faro, ubicado en St. George.
Admiradora de la función que cumplen los faros en las distintas partes del mundo, Ana ostenta la presidencia honoraria de la campaña para ilumnira a las generaciones futuras del Museo Nacional de Faros. La princesa, de hecho, se puso como meta concurrir a los 215 faros que bordean la costa de Escocia.
Princesa Ana deja el luto y se va de viaje
La hija de Isabel II cumplió un papel fundamental en los primeros días de la muerte de su madre. Fue ella quien acompañó el cuerpo de Su Majestad en el último viaje desde Balmoral hasta su regreso al palacio de Buckingham.
En los últimos años, Ana se transformó en una de las personas más cercanas a Isabel II, quien reconocía en su única hija mujer a una persona comedida y tremendamente discreta, alejada de las polémicas palaciegas y de los artículos de los diarios sensacionalistas.
Ana y su esposo, el vicealmirante Tim Laurence, tuvieron un protagonismo en la segunda línea de personalidades reales que aparecieron en los días del funeral oficial de la reina. La princesa se preocupó de no intentar opacar el momento trascendental de su hermano Carlos III y de la reina consorte Camila, con quien tiene una relación cordial.
Ana, de hecho, continuará con las obras sociales que ha mantenido durante años, y se hará cargo directamente del cuidado de los caballos que su madre tanto adoraba, como una manera de homenajear su memoria y cumplir un deseo que su madre le pidió en vida, dado que la princesa real es una equitadora de primer nivel.