Fue en marzo de 2020 que el príncipe Harry tuvo su última aparición oficial con la realeza británica, en la conmemoración del día de la Commonwealth, en la Abadía de Westminster. Harry llegó con traje azul y Meghan Markle con un llamativo vestido verde, que era muy diferente a los tonos sobrios que usó la duquesa de Sussex en todas sus presentaciones anteriores.
El hijo menor de Carlos y Diana sabía que era su última aparición con la familia antes de ir a formar una nueva vida en Norteamérica. La tensión con el resto de sus parientes era innegable.
Harry parecía estar luchando contra las lágrimas después de lo que él confesó años más tarde como un desaire. El protocolo detallaba que William y Kate debían ingresar a la Abadía de Westminster con el grupo real principal. Daily Mail informó en esa oportunidad que "la pareja estaba bastante sensible y emocionada al respecto".
William y Kate no caminaron en la procesión, en un intento por no aparecer junto con los Sussex, a pesar de que las órdenes de protocolo indicaban lo contrario.
Según Robert Lacey, autor de Battle of Brothers, "Meghan tenía una sonrisa de megavatios y Harry estaba más melancólico. Los observadores también notaron que la cara de Harry estaba bastante tensa y sin sonreír. William se sentó cerca de él y apenas saludó a su hermano".
"A lo largo del servicio, Meghan mostró su mejor sonrisa televisiva pero, a medida que avanzaba la ceremonia, Harry parecía cada vez más sombrío. Su parpadeo acelerado, incluso, sugirió que podría haber estado luchando por contener las lágrimas", agregó.
Harry habló sobre ese día en la serie de Netflix: "Estábamos nerviosos al ver a la familia porque estaban todas las cámaras de televisión. Es como vivir una telenovela donde todos los demás te ven como entretenimiento".
"Me sentí muy distante del resto de mi familia, lo cual fue interesante porque gran parte de la forma de operar de mi familia se trata de cómo se ve, en lugar de cómo se siente. Y parecía frío. Pero también se sentía frío", expresó Harry.