La Reina Isabel II era fanática acérrima de los caballos. Era propietaria de varios finasangres, seguía las carreras y montaba regularmente cuando estaba en Windsor. Lo hizo hasta después de cumplir 80 años. Por ese motivo, el amor por los equinos parecía ser una condición irrenunciable para quienes se sumaran a la familia real.
Y no fue un problema menor para Kate Middleton, quien se casó con el príncipe William después de ocho años de noviazgo, pero que vino a conocer a la Reina recién al quinto año.
William, al igual que su padre, el rey Carlos III y su hermano Harry, son jugadores de polo. Y pese a que a Kate se le ha visto alentándolo principalmente en partidos benéficos, rara vez aparece cerca de un caballo.
Kate estuvo muy pocas veces en su vida sobre el lomo de un caballo y, a diferencia de su esposo, ella nunca aprendió a montar desde niña ni tampoco creció relacionada con los cuadrúpedos.
Fue recién en 2009, un año antes de que se comprometiera con el futuro rey, que Kate le confesó a la autora australiana Katty Lette que "era muy alérgica a los caballos".
Aunque el tema no se menciona, en un par de ocasiones se ha dicho que la esposa de William ha trabajado para superar esta particular alergia. Con el paso de los años se le ha visto un poco más cerca de los equinos, incluso acariciándolos, pero definitivamente no son sus animales favoritos.